La realidad es que, si al igual que en la universidad, fue a un instituto de pijos, fue gracias al baloncesto. Pero su imagen era distinta a su realidad. Mucho menos desarrollado físicamente, Laettner sí era más inteligente, talentoso y competitivo que Zo. Era tu Christian Laettner particular. El documental “Odio a Christian Laettner”, en el que está basado en gran parte este artículo dividido en dos partes, establecía cinco factores del odio hacia nuestro rubiales, simbolizados en una horca como la que sostiene el diablo azul mascota de la universidad, a la que se añaden dos puntas más. Pero con Christian Laettner el odio tenía un origen más que justificado. En este choque cultural, dentro del ámbito baloncestístico, Laettner era la imagen de los que estaban perdiendo. Era como si llevase escrita la palabra odio en la frente. El odio que Laettner generaba parecía buscado. Laettner era la perfecta combinación de confianza en sí mismo y deseo de ganar, palabras en boca de Bobby Hurley, tres años compañero suyo y blanco favorito de sus pesadas bromas.
Pero no, no era ese clásico sujeto que se encuentra reforzado por sus actos en su círculo más cercano. El deporte podía así ser una oportunidad para que el pequeño de los Laettner adquiriese una educación de nivel y, si bien las matrículas de la escuela preparatoria universitaria Nichols eran muy caras, su programa de becas a cambio de realizar trabajos de mantenimiento y limpieza en sus instalaciones no iban a hacerle caer los anillos a ese prometedor jugador de baloncesto. De momento, disfrutemos del presente, ese mismo del que éste alero que con doce años tiraba a canasta 500 veces al día se niega a salir. Grant Hill confesaba que “a veces incluso le odiábamos nosotros mismos, era un creído, te hacía sentir que era mucho mejor que tú”. Su relación era tan distinta a la que tenía Laettner con cualquier otro mortal que incluso se rumoreó fuertemente con una posible homosexualidad en una época llena de tabúes y en la que el amor entre hombres equivalía al sida. Así se veía a Laettner. Pero, visto desde fuera, Laettner no era más que otro tío guapo estudiante de una de las más prestigiosas universidades privadas de todo el mundo, y también una de las más odiadas.
Pero, y de manera aún más indudable, como el más odiado. De esta forma, la colección ofrece varios conjuntos que rinden tributo a los equipos más icónicos de la NBA como los Brooklyn Nets, los Chicago Bulls, las Dallas Mavericks, los LA Clippers, los Angeles Lakers y los Miami Heat. Sudadera cropped con capucha de Chicago Bulls, 14 euros. Desde el principio, su estilo generó controversia. Además, era una época en la que cultura negra tenía un estilo muy peculiar y delimitado, y no estaba bien visto tomar actitudes de la misma si eras un lechoso rico de casi siete pies de altura. La cultura negra requería su espacio con su llamativo vestuario y música rap, y en el baloncesto universitario llegaba como parte de este guión de cine un partido de acceso a la Final Four entre Duke y la eminentemente negra Georgetown, una universidad con especial habilidad para la crianza de pívots, donde por aquel entonces destacaba el también freshman Alonzo Mourning.
Laettner que perdía la final en una de las mayores palizas de la historia de la NCAA, y este tipo de cultura ganaba cada vez más adeptos, incluso entre familias blancas de clase media-alta. No podría decirse que a Laettner ello le trajese sin cuidado, parecía que incluso le gustase, y si un espectador le insultaba desde la grada por su falso privilegiado origen o, simplemente, por ser mejor que los demás, no provocaría más que un punto extra de fiereza en su juego y un comportamiento que sí diese motivos verdaderos para cargar contra él. Podía ser para protegerse de los demás, por algún complejo de infancia -su hermano mayor abusaba de él constantemente-, para alimentar su ansia competitiva o como simple llamada de atención. Estaba constantemente metiéndose con los demás, intentando provocarles. Si quieres un estilo exacto para tu. O puedes decantarte también por las que son bermudas mucho más de estilo deportivo. Sin embargo, este choque cultural esperaría un año más para su gran escenificación, cuando los Rebels de la Universidad de Nevada en las Vegas (UNLV) se cruzasen en la primera final por el título nacional de Laettner, la de 1990. El país estaba totalmente dividido en dos bandos, y en el baloncesto universitario los modelos de ambas facciones eran los de los matones procedentes de los suburbios de juego anárquico, de la calle, y entrenados por el poco convencional Jerry Tarkanian, contra los formidables chicos de Duke, de excelente educación, peinado de raya en el lado y bajo la disciplina del impoluto Mike Krzyzewski.
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